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lunes, 11 de octubre de 2010

Amor, amor...

Hoy no hablaré de amores fantasiosos, amores a la vida
ni del amor que desprende una flor en su esencia.

Hoy no quiero hablar de lágrimas
sumergidas en el fondo de una ilusión,
ni de sueños con aroma a jazmín.

Hoy no quiero hacer pensar que hablo de un sentimiento mundano
expresado en palabras que pretenden ser sublimes dentro de la ingenuidad.


Hoy hablaré del amor del que todos hablan, pero nadie parece entender;
ese que dicen crece por segundo y se esfuma con el tiempo.

¿Cómo le explico a la razón todas las noches sin dormir?
…y ese tono tenue de mis sueños cada vez más real…
¿Cómo explico una melodía que sólo es capaz de sonar en mi cabeza?
Y ser capaz de recorrer el mundo sólo para tratar de coincidir.

Es aquí donde me entristece sobremanera el hermetismo de la sociedad,
la falta de amoralismo desinhibido y despreocupación.
El querer poseer una vida que se adhiera a la comodidad
de un orden lógico y prudente.

Odié cuando “lógicamente” era más esperable que amara;
ahora amo porque dejé de tener,
pero a cambio puedo percibir todo aquello
que todos siempre tuvieron, pero que yo no gocé jamás.

Más que el hecho de no poder disfrutar un amor, me duele el hecho de no poder decirlo,
porque el decirlo es un disparate aún mayor y más absurdo que el mismo acto de amar.
Más que el hecho de no recibir un abrazo, me duele el hecho de no poder darlo
y perder entre desvanes tan divino gesto.

Y al final de la vida donde ya no hayan condiciones,
¿Qué habremos ganado?, ¿qué habremos perdido?
¿A dónde van todos los sentimientos desperdiciados,
los besos no correspondidos, los consuelos difusos por el daño de una lágrima?

Hoy amo, como una persona ama a otra,
como nunca imaginé decir
atentando contra todas mis reglas personales
hoy digo que estoy enamorada.