La luz blanca
la encandilaba, los azulejos negros, sin embargo, disimulaban un poco
el desprecio que se hallaba en el suelo; sangre, vómito, sudor frío,
lágrimas, decepción y otros fluidos desperdigados por todo el
cuarto creaban el ambiente perfecto para pensar.
-¿Por qué? -
murmuraba ella con todas las fuerzas que le quedaban. Los minutos
pasaban, pero el tiempo estaba completamente inmóvil. El hormigueo
de su cuerpo aumentaba, iba disminuyendo las demás sensaciones, poco
a poco el dolor de vientre se iba convirtiendo en dolor de alma.
-¡Avril!, ¿qué
pasa?- decía una voz de hombre desde el otro lado de la puerta cada
tantos minutos. La puerta la veía muy lejos, a pesar de tener que
recoger sus pies para no tocarla, no quería tener contacto con
aquella puerta, era el portal al mundo exterior, ese mundo que para
ella era mucho peor que el lúgubre lugar lleno de muerte en el que
se encontraba ahora.
El llanto
silencioso se convirtió en una sonrisa después de un rato, ella
amaba estar ahí, era su mundo, estaba segura y estaba sola, nadie
podía hacerle más daño. Una melodía invadía su cabeza – I hear
a rhapsody- murmuraba repetitivamente ahora, sonriendo, con su cara
recostada sobe el inodoro; sus párpados se cerraban y se convertían
en dos paredes pesadas que le impedían ver el exterior, de repente
la melodía se calló y todo se oscureció.