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viernes, 29 de noviembre de 2013

Monstruosas paradojas, paradojas de monstruos.

Creí haberlo vencido, creí que nunca me molestaría de nuevo, que no me quitaría el sueño, que no sentiría ninguna otra presión que me aquejara en las madrugadas. Y es que no me fijé que venía en tantas formas, y que lo más poderoso no es el monstruo, sino todo el miedo que inculcó en los niños.

Niños malcriados, niños abandonados, todos llorando al mismo tiempo, todos dejando que el maldito se haga cada vez más gordo.
Niños hijos de otros niños, engendrados por el mismísimo demonio.  Tiene en su poder tantas almas escurribles, tantos corazones tan dañados que sólo se encargan de buscar a quién más dañar como parásitos.

-Es sólo que se sienten solos, es sólo que quieren jugar a las muñecas contigo -me decía desde el pomposo sillón-. -Pero yo no quiero, yo no quiero más muñecas sin cabeza; yo quiero salir a jugar con mi vieja gran pelota, nunca la había sacado de su caja, resultó ser muy bella, llena de todos esos colores-.

-Verás a una jauría de esos niños, quienes nunca sacaron su pelota de la caja. Vendrán a intentar tirar la tuya al patio de la insoportable doña Clotilde, querrán que juegues de nuevo con sus desmembradas muñecas, simplemente porque nunca entendieron que se necesitaban varias personas para abrir la puta caja-.

miércoles, 10 de abril de 2013

Historia final. Parte 1




La luz blanca la encandilaba, los azulejos negros, sin embargo, disimulaban un poco el desprecio que se hallaba en el suelo; sangre, vómito, sudor frío, lágrimas, decepción y otros fluidos desperdigados por todo el cuarto creaban el ambiente perfecto para pensar.
-¿Por qué? - murmuraba ella con todas las fuerzas que le quedaban. Los minutos pasaban, pero el tiempo estaba completamente inmóvil. El hormigueo de su cuerpo aumentaba, iba disminuyendo las demás sensaciones, poco a poco el dolor de vientre se iba convirtiendo en dolor de alma.

-¡Avril!, ¿qué pasa?- decía una voz de hombre desde el otro lado de la puerta cada tantos minutos. La puerta la veía muy lejos, a pesar de tener que recoger sus pies para no tocarla, no quería tener contacto con aquella puerta, era el portal al mundo exterior, ese mundo que para ella era mucho peor que el lúgubre lugar lleno de muerte en el que se encontraba ahora.

El llanto silencioso se convirtió en una sonrisa después de un rato, ella amaba estar ahí, era su mundo, estaba segura y estaba sola, nadie podía hacerle más daño. Una melodía invadía su cabeza – I hear a rhapsody- murmuraba repetitivamente ahora, sonriendo, con su cara recostada sobe el inodoro; sus párpados se cerraban y se convertían en dos paredes pesadas que le impedían ver el exterior, de repente la melodía se calló y todo se oscureció.