miércoles, 1 de septiembre de 2010
Otro desvarío sin ninguna norma...
Probablemente en la mañana desearé no haber convertido lo personal en impersonal.
Miércoles 1 de Setiembre 1:44 am.
Extrañaba las madrugadas, el frío, la insistente obsesión, las lágrimas, todo… Aún así no podría expresar con palabras la satisfacción que me genera el poder sentir un poco de nuevo; aunque sé que los motivos son los menos sanos que podría esperarse.
Este es uno de los momentos donde una llamada cambiaría completamente el rumbo de absolutamente todo para bien; nunca, nunca, se puede cambiar para mal; pero desafortunadamente existen las formas más impersonales de comunicarse; tanto así, que a estas alturas hasta un mensaje de texto puede parecer un gesto íntimo.
“Por un beso…
No sé que daría por un beso”
¿Qué no daría por un beso?, un beso del mundo, un beso humano, un beso que arrebate la indiferencia por tan solo un segundo.
¿Qué pasa?, que las miradas que pretenden ser más profundas naufragan a la orilla de la humildad.
Lo que pasa tal vez es que me he tomado la vida demasiado en serio y he tratado de encontrar compañeros de trinchera, aún sabiendo que no hay guerra alguna, no para mis colegas.
¿Cuánto daño habré causado?, respondo cuando preguntan mi mayor temor. Alguna vez imaginé con lágrimas en los ojos el poder dar inspiración y aliento, ahora pido desesperadamente que la vida no me confíe tal responsabilidad. ¿Qué haría yo al ver una confianza destrozada al frente mío?, ¿qué haría yo al ver tan solo un gesto de decepción?, vida mía… Pediré perdón trece veces al día.
Espero una caricia de la vida, un simple gesto de humanidad, un “buenos días” que signifique algo en realidad, un “buenas noches” que no denote monotonía…
No sé qué daría…
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