sábado, 10 de julio de 2010
Sinfonía de dos enamorados
Advierto al que vaya a leer esto que si no escuchan "I hear a Rhapsody", se ralajan, dejan de hacer todo lo que están haciendo y cierran sus ojos para imaginar unos instantes; van a perder su tiempo. (Más de lo que ya lo hacen).
El texto está separado en pequeños párrafos, puesto que en esos silencios me detuve a imaginar las gotas y la brisa corriendo por mi cuerpo.
Eran pasadas las once, se respiraba un aire frío en un ambiente de tono azul, las luces blancas que alumbraban el callejón le daban un aspecto aún más triste, la lluvia caía como siendo cómplice de la melodía que se escurría por cada rincón.
Es un largo y estrecho camino, al lado derecho se encuentra una hilera de casas todas iguales, en ellas hay una luz tenue que alumbra la entrada, escaleras altas y los vidrios empañados.
No se logra observar que hay del lado izquierdo pues todo se pierde en la oscuridad. La acera de adoquines acrecenta el sonido de los pasos.
Al final del camino hay un parque, sin embargo sólo se logra contemplar una banca de madera color cenízaro con un soporte detallado de hiero. Justo encima de ella hay un poste de luz que parpadea frecuentemente.
Él camina despacio, como si estuviera disfrutando el momento más bello de su vida, se dirige hacia el final del camino con gran determinación pero queriendo que nunca acabe. Viste un pantalón negro, mocasines del mismo color, una camisa blanca con las mangas recogidas; encima lleva una gabardina y en el cuello una bufanda de cuadros.
En su mano izquierda carga su instrumento, su mano derecha la guarda dentro de la bolsa. Su mirada es fija, sin embargo, se pierde entre alucinaciones.
Ella se encuentra sentada en la banca del parque, sonriendo. Sus ojos cerrados y sus mejillas enrojecidas; intenta imaginar un mundo paralelo exactamente igual al de ese momento.
Lleva unos zapatos rojos e igualmente una gabardina blanca con finas rayas negras. Un sombrero gris y un mechón oscuro cubren la mitad de su cara.
Ella empieza a tararear levemente una canción mientras él se acerca y acaricia con ternura su boca. Él se sienta a su lado coloca el estuche sobre sus piernas y lo abre cuidadosamente, intenta decir una palabra pero ella rápidamente cubre su boca con un dedo y sonríe, él entonces comienza a tocar siguiendo la melodía; se escucha en ese instante a lo lejos de la cuidad el sonido áspero y dulce del saxofón.
Ahí pasó el tiempo, como si hubiera desaparecido todo lo demás, sólo quedaban ellos dos, amándose silenciosamente.
…Y cuando se escuchó por fin la última nota melancólica se dijeron adiós con el más profundo de los besos; ella sujetaba su cabello con fuerza como si no quisiera perderlo mientras él mordía suavemente su labio inferior.
Se unían sus fantasías y sus mundos paralelos, estaban enlazados, pues compartían un mismo amor. Después del beso sólo hubo una mirada larga y penetrante, y allí tomaron caminos separados de nuevo.
El mismo camino se encontraba ahora mas opaco, era difícil mirar entre la niebla, cada paso se escuchaba aún más y el frío comenzaba a entumecer los dedos.
Ninguno confesó llorar…pues la lágrima se perdió entre la lluvia…
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