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viernes, 11 de junio de 2010

Yo me acuerdo cuando...


– Yo me acuerdo de las mejengas al frente de mi casa, con un marco improvisado hecho de piedras o zapatos; las andadas en bicicleta, las apuestas de bolinchas y los campeonatos de trompo. –

Este párrafo lo concluiría diciendo:

– No como ahora, que nadie puede salir a jugar a la calle y mucho menos andar solo en bicicleta, sería víctima casi inmediata del hampa. Pero además, que van a querer salir a jugar los niños de ahora si desde los ocho años tienen Facebook…–

Me atrevería a decir que no hay persona, con la suficiente edad para extrañar, que alguna vez en su vida no se haya referido en tono de añoranza hacia su infancia o su pasado, poniendo siempre énfasis en achacar los vacíos y la problemática de la sociedad actual.

Lo interesante es que aquí tenemos un dilema, y es que la palabra actualidad se define como tiempo presente. Si nos ponemos a pensar e el presente podríamos llegar a la conclusión que ni siquiera existe pues se manifiesta en un tiempo tan ínfimo que se convierte inmensurable.

Por lo tanto, todos objetamos lo mismo pero respondemos a épocas y situaciones completamente diferentes. Desde que nuestros abuelos nos hablan de las carretas, de la luz de vela, o de cuando se podía conocer el estatus, los valores y la honra de una persona con sólo preguntar su apellido; hasta personas como yo, quienes nunca nos perdimos un solo capítulo de Dragon Ball, que defendemos a capa y espada que no va a llegar a existir mejor juego que el conocido “Mario colita”, y que al pensar en esto repasamos la cancioncita en nuestras mentes.

Entonces, ¿podemos afirmar que la conciliación de este mismo pensamiento es inherente al enviciamiento progresivo de la sociedad, o es mas bien relativo a cada individuo?

Si partimos de esta última conjetura al final nos damos cuenta que el ser humano siempre va a fundamentarse en sus propias experiencias, aferrándose y creyendo en su pasado. Dejando al margen, como un niño, cualquier delirio de un futuro entrante que provea algún sentimiento de seguridad, y es que estaremos seguros únicamente cuando ya vivamos en nuestro propio mundo, pero para que sea nuestro, ya debemos haber pasado por él.

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